Era norteamericano y nació en Nueva York. Y definitivamente no era alemán, aunque la palabra “Kaiser” sí lo es y significa “Emperador”, mote que no le va nada mal en vista que además de rutas, fábricas de cemento y barcos, terminó construyendo un imperio. Uno pone su nombre en Google y la búsqueda arroja 322.000 resultados, bastante menos que si uno pone “Jeep” (161.000.000) u “Obe” (11.400.000). Pero bueno: es todo mérito del tipo, no es que haya “Henry Kaisers” a la venta (como ocurre con los Jeeps) o su nombre son tres letras sin sentido (como ocurre con mi apodo). El caso es que todas las biografías que uno encuentra lo ponen al amigo en un pedestal, como siempre que alguno hace mucha guita y no le comprueban ningún ilícito. Todos hablan que abandonó la escuela a los 13 años, que antes de los 30 construyó su primer carretera, que amasó una fortuna a fuerza de trabajo y capacidad para luego morir en Honolulú, admirado por todos y panza arriba en una reposera, más o menos el mismo año que a mi viejo le estrolaron el Bergantín.
Y es precisamente este tipo de vida pujante e inmaculada lo que me hace desconfiar de tipos como éste. A ver, analicémoslo como si fuera nuestro vecino: ¿saben Uds. cuándo el bueno de Henry hizo la “guita fuerte”?. En la Segunda Guerra Mundial. Luego de Pearl Harbor (no sé si vieron la película) Estados Unidos se metió en el conflicto que ya llevaba un par de años en Europa. “Henry Jota” venía construyendo rutas, represas hidroeléctricas y otras menudencias para el gobierno de su país desde hacía por lo menos 20 años. Digamos: era contratisa del estado y tenía todos los contactos dentro del poder. “Casualmente” por esas épocas es que funda en California los “Astilleros Kaiser” y se mete a hacer buques de guerra. Hay que reconocerle que el producto era bueno: estandarizó tanto las formas de construcción de barcos que llegó a largar al océano una nave por mes. Buenos barcos, muchos barcos... ¿qué mejor para un país en guerra?. Hizo casi 1500 naves para el Tío Sam, para lo cual tenía 300.000 empleados, maquinarias, galpones, fierros... .El problema es... ¿qué catzo hacer con todo eso cuando la guerra termina?. Debe haber pensado un poquito, se debe haber rascado la pelada y debe haber exclamado: “¡Automóviles!”. Luego, tal vez y sólo tal vez haya recibido el llamado de un par de amigos militares y... ¡voilá! aparece la oportunidad de compra de OTRA contratista del Estado: la Willys Overland Motors Inc., proveedora del querido Jeep en la Segunda Guerra Mundial. Terminada ésta, le sacan al Jeepote todo atributo militar y lanzan al mercado el modelo CJ-2A.
El tema es que en ese entonces la gente no quería saber nada con el Jeep ni con nada que tuviera un look milico. Probablemente durante la Guerra habían pasado muchas privaciones y ahora la juventud yanqui necesitaba camperas de cuero, gomina y rocabilly. ¡Es la década de Elvis!. Los que podían comprar un auto buscaban tapizados, suspensión y buen andar y son Ford y Chevrolet los que ofrecen eso. A Kaiser le va como la miércoles con los autos y entonces decide mirar lo que hay en “el patio trasero” de Esados Unidos, ¡descubre América del Sur!. Agarra valijas, papeles y un par de trajes y hace una recorrida por los principales despachos de los presidentes sudacas. Lo reciben en Brasil, en Chile, en Perú, en Venezuela y – por supuesto - en Argentina. Ya dije que el tipo tenía contactos, a mí no me da una audiencia ni el presidente de la Sociedad de Fomento.
Cuenta la crónica que Perón y Kaiser se encontraron en la misma Residencia Presidencial, que por entonces no estaba en Olivos sino en la Avda. Alvear. Era Agosto de 1954. La comitiva de Henry estaba compuesta por su esposa (35 años menor que él, caramba…), por un publicista, por alguno que otro chupamedias que nunca falta y por un tal “mayor Morrison” del que no se tienen mayores datos. La anécdota quedó en los libros porque dicen que la esposa de Kaiser quedó fascinada con un Mercedes Benz 190 SL descapotable que Perón tenía en el garage. “El Pocho”, galante, se lo regaló. Semanas después, cuando “Henry Jota” llega a Estados Unidos, le devuelve a Perón la cortesía y le manda la estrella de su marca, un Kaiser Manhattan “full-full”.
El caso es que este segundo gobierno de “El General” venía medio de costado, como un Jeep en el barro y con gomas lisas. Ya había sufrido un intento de Golpe de Estado unos años antes, operaban los llamados “Comandos Civiles” como terroristas opositores y el clima político era tan violento e inestable que mantenía declarado el Estado de Sitio. Estaba enfrentado con la Marina y con la Iglesia, había inflación, censura, los sueldos estaban congelados y – para colmo – se le había muerto Evita, figura popular que en ese entonces tenía casi tanto peso como él mismo.
Habían pasado casi nueve años de la finalización de la Segunda Guerra y el mercado internacional ya no necesitaba del “Granero del Mundo”. Perón se desvivía por darle un impulso industrial al país y en ese marco es que le da manija a las “Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado” (I.A.M.E.),que para la época de la reunión con Kaiser fabricaban, entre otros fierros, el famoso Rastrojero y la moto Puma. También hay que mencionar al “Pulqui” como parte del proyecto justicialista de fabricación argentina. El “Pulqui” era un avión a chorro, muy de avanzada para la época. No sé si competía con el desarrollo de la Fuerza Aérea yanqui o con la R.A.F., pero estaba hecho acá y era relativamente económico. El “Pocho” se estaba armando y con dos mangos.
"El General" en una Puma del I.A.M.E. ...
Perón Perón, qué grande sos!.. ¿o es muy chica la moto?
Kaiser no debía ser ningún gil, esto queda demostrado por lo que se dice de él y por el imperio que construyó. ¿Acaso vendría a levantar su nuevo emprendimiento en medio de un pantano? Estoy convencido que aquella reunión en la Residencia Presidencial no fue la única que tuvo en la Argentina. El medio en el cual se movía en su país era el naval, sus interlocutores eran marinos. ¿Por qué no pensar que aquí hizo lo mismo?.
Además, como descubrimos, Kaiser no era alemán. Por el contrario, para muchos era casi un héroe de guerra, tanto es lo que ayudó a ganarla desde sus astilleros. Perón, en cambio, simpatizó toda la vida con los germanos. Es innumerable la bibliografía que hay sobre las relaciones entre “El Pocho” y el Tercer Reich, así que no voy a abundar en eso. Sólo voy a decir que por las épocas del Bergantín íbamos con la familia a un restaurante de acá, de Bahía, en donde se hacía el mejor “par con papas” del Sur Argentino. Se llamaba “Restaurante Graff Spee”, en una pared había un inmenso mural del barco hundido en el Río de la Plata y detrás de la caja uno de los tantos refugiados alemanes (acaso oficial de a bordo o simple grumete) que recibió la hospitalidad del gobierno peronista de post-guerra. Es que por estos pagos, la buena relación entre Juan Domingo y los Nazis era una realidad palpable (¡y comestible!).
Para Kaiser, Perón era el enemigo con el que había que tratar. Para colmo, al Pocho le gustaba la Mercedes Benz que – sabemos – era alemana. ¡Otra casualidad!. De hecho, esa marca se había radicado en el país apenas tres años antes y Perón andaba a los abrazos y a los besos con su consesionario, nombrandolo cada tanto “Caballero del Deporte”. Estoy hablando por supuesto de Juan Manuel Fangio, que no dudo que fue un genio al volante, pero tampoco le dejo de creer a mi abuelo que decía que “Aguilucho” Gálvez o el mismo Froilán González eran mejores, pero no eran peronistas ni hacían lobby en el gobierno. “El Chueco” (decía mi abuelo) era mucho más vivo haciendo negocios y supo traer al país la marca alemana.
Para Míster Kaiser – decía - Perón estaba en la vereda de enfrente; sus amigos, la gente con la que se trataba, las personas con los que hacía negocios, vivían en cuarteles y en bases navales, vestían uniformes y decían “afirmativo” y “negativo”. Y los hechos avalan esta teoría: la construcción de la fábrica de Córdoba comienza en Marzo del 55; en Junio del mismo año fue el famoso Bombardeo a la Plaza de Mayo por parte de la Aviación Naval. En Septiembre cae el Gobierno de Juan Domingo. Es la llamada “Revolución Libertadora” que lleva al General Lonardi a la presidencia, rebusque que le dura un par de meses hasta que la interna entre Marina y Ejército manda el cambio por el General Aramburu.
La biografía oficial de Henry Kaiser pasa un trapito rápido por esa época. Dice: “en Enero de 1955, Kaiser y el Gobierno Argentino forman Industrias Kaiser Argentina (IKA). Menos de un año más tarde, una revolución derrocó al dictador argentino,Juan Perón. Sorprendentemente, el efecto de la agitación argentina sobre la nueva empresa fue mínimo, porque la filosofía de negocio de Kaiser permitió que IKA se manejase bajo el control argentino. Este control protegió la empresa durante el período de tumulto político después de la caída de Perón”
Ah… si… claro, “sorprendentemente”… las cosas salieron así, con toda naturalidad….qué suerte, ¿no?. Digo, en ese entonces los poderes económicos ni subían ni bajaban gobiernos ni influían en los países bananeros como el nuestro, seguro. Es el momento de avisarles a todos que los Reyes son los padres.
Hay que recordar que las Industrias Kaiser Argentina se instalaron en el país de la mano de las “Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado” (I.A.M.E.), cuyo presidente era – por supuesto – un militar. Fabricaban un montón de cosas, entre aviones, tractores, motos y autos. Estos últimos solían usar licencias, tecnología y matrices de fabricación europea, principalmente alemanas (¡¡oia!!. ). Perdón que me corra un poco del camino de los Jeeps, pero es interesante lo que pasó con el Pulqui, el primer avión a reacción iberoamericano que fabricaron en el I.A.M.E. a partir de 1951. El aparato ese era barato, simple, bien diseñado, rápido, seguro y - fundamental – volaba bien: en definitiva, todo un riesgo para los fabricantes de armas de otras partes del mundo. Coincidiendo con la Revolución Libertadora y la puesta en marcha de las Industrias Kaiser vernáculas, el gran reactor argentino se dejó de fabricar, lisa y llanamente. Eso sí: el gobierno militar salió a comprar aviones a Estados Unidos, más caros, más viejos y peores.
Continúo con los Jeeps: ya tenemos los militares en el poder, ya tenemos a Henry Jota en contacto con ellos, ya tenemos todos los papeles aprobados, ya sabemos adónde va a ir la fábrica (en Córdoba, a metros del I.A.M.E.), ya tenemos técnicos y obreros (precisamente, los mismos del I.A.M.E.) y alguna maquinaria (también del I.A.M.E., qué conveniente). ¿Qué falta? ¡Ahhh…! El “pequeño” detalle: los capitales, la plata, el dinero, el cash, los dólares, morlacos, maravadíes, valores, la moneda, el “taka-taka”, efectivo… lo que importa. Para hablar de economía, cito a los que saben. Dice Marcelo Rougier, de la Asociacion Argentina de Historia Economica: “el capital inicial fue de 360 millones de pesos. Cerca de la tercera parte fue en concepto de máquinas y herramientas traídas de la planta de Estados Unidos. Como representante del Estado, el IAME participó con un 20%. El resto fue obtenido por suscripción pública. Los gastos por pre-producción, instalación de equipos y terminación de la construcción fueron cubiertos con créditos de fomento del Banco Industrial por un monto de 200 millones de la moneda local. Con estos datos, podría argumentarse que prácticamente Kaiser no necesitó realizar desembolsos en dinero para instalarse en la Argentina. Simplemente trasladó su fábrica de Estados Unidos a Córdoba.”
¡Ops! ¡Yo quiero hacer negocios así! Tengo una fábrica que en mi país no anda “ni pa’tras”, me voy con mis ideas a otro lugar, bastante sub-desarrollado, charlo con un par de generales influyentes, me dan las tierras, me prestan los obreros y me terminan pagando por llevar mis trastos viejos a la Tierra Prometida. Ya gané plata y todavía no fabriqué ni un auto. Cool!! Tal vez en el proceso tuve que pedir que me sacaran del medio a ese simpático pro-nazi de voz rasposa y modales lentos… eh… ¿cómo se llamaba?. Ah, "Perón", qué nombre pintoresco, ¿quién puede recordarlo?.
El Bombardeo a Plaza de Mayo para derrocar a Perón.
El Willis como único testigo -
Voviendo al principio, confieso que cada vez que me subía a mi Jeep IKA 62, solía reflexionar un poco que estaba sentado sobre una consecuencia de los avatares políticos y económicos de mi país y el mundo. Después, corría la lona, ponía primera y lo sacaba arando. Qué tanta historia...